Adrià: tótem de la cocina hedonista






Talento innato, arduo trabajo, imaginación desbocada, cuestionamientos absolutos, virtuoso visionario… más allá de ser un cocinero, un chef, el de Hospitalet es todo lo anterior y mucho más. Fue el primero, al que todos siguieron. Fue quien puso patas arriba la gastronomía y le volvió a dar forma para devolverla nueva y reluciente. Fue quien se atrevió, quien sin conocimientos adquiridos en un aula revolucionó el planeta. Fue Ferran Adrià. Sencillamente un genio. Y sobran las palabras.


En 1987, visitando la Costa Azul francesa, en una tertulia tras una demostración culinaria, un asistente preguntó al prestigioso cocinero francés Jacques Maximin qué era la creatividad. El chef francés, quien para el de Hospitalet es el cocinero «más genial» de las últimas cinco décadas, contestó:


                                 "Creatividad es no copiar"
Aquella contundente frase le haría abrir los ojos a Adrià y replantear su actitud a la hora de cocinar. Iba a renunciar a recrear o inspirarse en otros. Abandonaría seguir tendencias o replantear platos. Con firme voluntad ahondaría en su capacidad natural de cuestionárselo todo y crearía, ni más ni menos, al margen de convencionalismos.

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